En primer lugar, debemos tener en cuenta que el diseño centrado en el usuario (DCU) no es más que una perspectiva, es decir, un determinado punto de vista o lugar desde el cual mirar y comprender las cosas. Pues bien, ¿de qué nos habla este punto de vista?
El argumento que sostiene la perspectiva de diseño centrado en el usuario es que son las personas las que deben centrar nuestro foco de atención cuando tenemos pensado desarrollar una determinada aplicación tecnológica. Al fin y al cabo, son las personas normales y corrientes, y no los tecnólogos, las que van a utilizar las aplicaciones, las que estarán satisfechas o no con ellas y quienes en definitiva van a determinar el éxito en su implementación.
Es decir, en lugar de comenzar pensando en la aplicación y probar posteriormente con algunos usuarios un prototipo que hayamos elaborado, deberíamos comenzar pensando en las personas que van a utilizarla: ¿quiénes son? ¿Qué hacen? ¿Cómo lo hacen? ¿Qué utilizan para llevar a cabo lo que hacen? ¿Dónde lo hacen y bajo qué circunstancias espaciotemporales? E incluso, ¿qué historia tiene la actividad que están llevando a cabo? (Bertelsen y Bodker, 2003; Gutwin y Greenberg, 2002). No debemos subestimar la importancia de ninguna de estas preguntas, ya que sus respuestas nos aportarán todas ellas información relevante y significativa de cara a pensar en la solución más óptima para la tarea que los usuarios llevarán a cabo.
Sin embargo, ¿cómo obtener las respuestas adecuadas a estas preguntas? Pues bien, la perspectiva de diseño centrado en el usuario no nos da las respuestas, puesto que no lleva asociada, por el momento, ninguna metodología precisa. Más que buscar un método asociado a esta perspectiva, lo que debemos hacer es echar mano de las diferentes metodologías que existen en las ciencias sociales y humanas para estudiar a los usuarios, pero poniendo especial énfasis en sus tareas y en las diferentes interacciones que llevan a cabo para realizarlas: interacciones con otras personas o con diferentes artefactos, algunos basados en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (como puede ser internet o el teléfono móvil) y otros basados en tecnologías anteriores (como pueden ser el teléfono analógico o un post-it).
Efectivamente, el DCU pone a la persona en el centro del desarrollo. Se trata de un proceso focalizado en los diferentes procesos que la persona lleva a cabo mientras interactúa con artefactos y personas para desarrollar una determinada tarea. Sin embargo, encontraremos que hay quien diferencia entre el diseño centrado en el uso y el diseño centrado en el usuario, entendiendo este último como una forma de involucrar las opiniones del usuario en el proceso de creación y diseño que, como ya hemos comentado, es lo que también se conoce como diseño participativo (Floría, 2003). Pero la interacción persona-ordenador es una disciplina científica, que observa a los usuarios utilizando metodologías que provienen de las ciencias humanas y que tienen amplía tradición y justificación dentro de ellas; de dichas observaciones se obtiene información sobre el uso y esta información es la que se aplica en el diseño del sistema interactivo. Desde esta perspectiva, las opiniones de los usuarios no tienen cabida, puesto que los expertos en el estudio de los usuarios saben que ellos pueden pedir cosas que tecnológicamente sean imposibles y sobre todo ¡pedir cosas que luego a la hora de la verdad no utilizarían!
Por este motivo, nuestro objetivo no es recoger información sobre lo que dice el usuario sino sobre lo que hace, aunque en la mayor parte de ocasiones lo que nos cuente (aplicando adecuadamente las técnicas de test, entrevista y focus group) será información muy relevante sobre sus prácticas cotidianas y sus expectativas. Además, más que tener en cuenta la verbalización de sus deseos, es mucho más recomendable recoger datos sobre sus frustraciones a la hora de desarrollar una tarea para así conseguir proponer soluciones en el diseño que hagan que el desarrollo de la tarea no sólo sea eficaz sino emocionalmente satisfactorio (Patau, 2000). Por ello, desde una perspectiva científica, cuando hablamos de perspectiva de diseño centrado en el usuario no nos estamos refiriendo necesariamente al diseño participativo; además, y en consecuencia con lo que hemos argumentado, su distinción con el diseño centrado en el uso se hace innecesaria.
Sobre todo, la conclusión a la que debemos llegar sobre la perspectiva de diseño centrado en el usuario es que éste debe ser tenido en cuenta desde el principio: llevar a cabo pruebas con usuarios durante el proceso o al final, en las evaluaciones de la aplicación, evidentemente siempre será positivo, pero de esta forma nos estaremos limitando a "tapar parches". Si queremos que una aplicación sea eficaz y satisfactoria, y que posea una interfaz de usuario realmente intuitiva y fácil de aprender, el usuario debe estar en el centro de la atención desde el principio. A continuación veremos cómo podemos incorporar el punto de vista de los usuarios en todas las fases del diseño centrado en el usuario con el objetivo de mejorar la interfaz de usuario y, por lo tanto, la usabilidad de la aplicación.